Siempre he sido un convencido de que cuando las palabras tocan el corazón, hacemos poesía sin necesidad de rima, y es algo trasladable a todos los ámbitos comunicacionales; la política, por lo tanto, no es una excepción.
Director de DOD Político, firma de capacitación en oratoria, discurso, debate y entrevista para medios de comunicación en América Latina y España.
Analista político en medios de comunicación de radio y televisión.
Siempre he sido un convencido de que cuando las palabras tocan el corazón, hacemos poesía sin necesidad de rima, y es algo trasladable a todos los ámbitos comunicacionales; la política, por lo tanto, no es una excepción.
Sin embargo, la política tiene un grave problema en este sentido. El discurso político no toca el corazón de casi nadie y, eso, impide que se produzca identificación político-ciudadano.
Estamos acostumbrados a escuchar mensajes vacíos de una clase política que parece poco o nada interesada, en empatizar con la sociedad, más allá del periodo electoral, y donde sólo buscan el protagonismo mediático. En una sociedad, en la que las personas han dejado de ser simples observadoras del proceso político para convertirse en parte creadora del mismo y, por lo tanto, involucradas, el discurso debe tener al menos cinco elementos para ser efectivo.
En primer lugar, la clase política debe interiorizar que “primero es necesario escuchar para después saber que decir”. Escuchar es diferente a oír, por eso la política está llena de sordos. Escuchar implica sentir, y para sentir es necesario estar, conocer y convivir con la gente, no sólo en periodo elecciones. Lamentablemente, no ocurre así.
En segundo lugar, “en el discurso el político es el centro de atención, pero el protagonista es el ciudadano”. Esto implica poner al elector en el centro del mensaje, y poner el discurso al servicio de la sociedad y no la sociedad al servicio del discurso.
En tercer lugar, “los mensajes sencillos suelen tener las mejores respuestas a problemas complejos”. Esto no quiere decir que haya que simplificar las soluciones de los problemas, pero sí, el mensaje que se va a comunicar, para que sea entendible y comprensible, pues comunicar es algo más que hablar, es como mínimo, hacerse entender.
En cuarto lugar, “cuando no hay historia que contar, no hay proyecto que comprar”. La comunicación es emocional y las personas nos identificamos con emoción y no con información. La comunicación actual requiere de una gran capacidad para emocionar y conectar con la sociedad, pero es necesario querer hacerlo, para poder lograrlo.
En quinto lugar, “la oratoria es como la escultura, si tallas cada palabra, obtendrás una obra de arte”. Podemos admirar a un pintor y su obra, a un cantante y su música, sin embargo, es muy difícil admirar a un político y su retórica. ¿Por qué? Quizás sean muchas las respuestas, pero el final es el mismo, la mayoría de los políticos habla, pero no comunica.
Sólo cuando la clase política entienda que la mayor herramienta de comunicación que tenemos es la palabra, que provoca guerras, pero las disuade; que entristece, pero genera alegría; que provoca lágrimas, pero también sonrisas, etc.; sólo cuando entienda la importancia de la palabra, comenzará a utilizarla de forma más productiva para conectar con la sociedad, pues “las palabras de un buen orador son las únicas que no se lleva el viento”.
Si te interesa aprender más sobre oratoria política, escríbenos aquí: https://wa.link/96yz69